martes, 3 de mayo de 2011

Mi principe rana

-Te has vuelto a dormir.

-Ni siquiera lo preguntas.

Sonríe.

-No me hace falta preguntar-mira el reloj.-Llegas quince minutos tarde.

Me muerdo el labio. Vaya cada día soy más y más impuntual.

-Lo siento-me siento al lado suyo-intento llegar pronto, pongo el despertador, pero no hay manera de que me despierte, últimamente estoy muy cansada.

Le miro con carita de pena, debía funcionar, siempre funciona con mis padres.

Me mira.

-No volveré a esperarte.

Asiento sonrientemente.

-Gracias.

-Menos gracias y muévete. Llegamos tarde.

-No llegamos tarde, aun faltan cinco minutos.

Me mira de reojo. Se levanta.

-Los suficientes como para que te quedes dormida.

Sonríe.

-¡Oye no te pases!

-¡Que no me pase, bella durmiente!

Se inclina hacia a mi.

-Siento haberte ofendido.

-¡Te odio!

Habla como si de un príncipe Disney se tratase.

-Como podre pagarte tal humillación, señorita.

-No se, pero que sea antes de que me duerma.

Piensa, se le nota en la cara.

Chasquea los dedos, algo se la ha tenido que ocurrir.

-Te llevare hasta tu dulce castillo, si vos quiere.

Le miro. El sonríe.

Le doy la vuelta lentamente. Le susurro al oído: “Allá vamos” Y con un pequeño salto, me subo encima de el.

-Venga caballito al instituto.

-¡Sin prisas eh! , que no llegamos tarde, ¿no?

Sonríe, dándole una pequeña patada en el culo.

-Exacto.