Da igual donde mirara, da igual el sitio, el lugar, la dirección, todo eso daba igual…mirara donde mirara sentía sus ojos fijos en mí.
Aún no podía explicar los sentimientos que, tan tontamente, provocaba en mí, haciéndome sentir frustrada y enfadada conmigo misma por no saber controlarlos.
La luz del día atravesaba mis ojos, ahora fijos en su búsqueda, aunque esa horrible sensación aún estaba conmigo, haciéndome compañía.
Todo comenzó……………………………………………………………….
Era lunes, el peor día de la semana, el cielo azul rebosaba al horizonte algunas nubes que, sin duda traerían lluvia -genial-.
Recorrí mi pequeña habitación con el fin de llegar hasta el lavabo, donde contemplé mi cara, mis ojeras y mi pelo-o a lo que se podía llamar “pelo”-, intente arreglármelo, y quedó más o menos decente, pero no tuve tanta suerte con las ojeras-eran fruto de dormir poco-, y ni siquiera todo el maquillaje de mi madre hizo que desaparecieran.
Me puse los vaqueros y una camisa azul, Salí pitando de baño para llegar hasta la cocina, donde unas tostadas descansaban en la mesa esperando a su comensal.
Cuando terminé todo salí de mi casa con el chubasquero y el gorro bien adosado a mi cabeza.
La lluvia empezó a caer, provocándome un agudo dolor de cabeza, me froté las sienes unas cuantas veces, pero solo empeoró la situación.
Por fin llegue al instituto, y se puede decir que llegué calada. Cuando por fin había un techo de distancia con mi cabeza, sonreí pesadamente, recordando que la rutina un día de estos iba a acabar conmigo.
Entre en la clase de Matemáticas, por suerte el profesor no había llegado y pude entrar sin problemas. Gracias al cielo, iba a sentarme sola en el último pupitre-en mi pupitre, pensé-el mejor lugar de todo este mundo.
Cuando crucé medio pasillo saludando a mis respectivos compañeros vi como el pupitre de atrás estaba cogido por alguien que escondía la cabeza entre sus brazos y nuevamente escribía en un cuaderno, parecía nuevo, pero eso no me iba a impedirme recuperar mi sitio.
Me acerqué a él lo más enfadada posible, aunque la voz no me acompañase, pero esto fue peor, ya que empeoró mi dolor de cabeza.
-Perdón-puntualicé-creo que este sitio es mío.
No levantó la mirada ni hizo ningún gesto, siguió fijo en sus garabatos, que ahora que me fijaba eran hermosos, en el se contemplaban a unos ángeles luchar contra unos hermosos demonios, sacudí la cabeza, debería darme prisa o empezaría la clase.
-Perdón-volví a decirle, pero el seguía sin oírme, y mi cabreo y el dolor de cabeza iban aumentando.
-Perdón-casi chillé.
Esta vez sí reaccionó se quitó los cascos y levantó la mirada, para disgusto mío, ya que de repente el cabreo, el dolor y mi memoria se perdieron en sus ojos.
-Perdón ¿Qué decías?
Le miré aún aturdida, era la persona más hermosa que había contemplado jamás, perfecto, hasta sus preciosas ojeras violáceas resplandecían como la más bella mañana.
-Que...que…-empecé a repetir como una tonta, bajé la mirada y volví a sacudir la cabeza-este es mi sitio-logré decir.
Se rió por lo bajo y contestó:
-Lo siento, nadie me ha dicho nada-sonrió-pero ya mismo me quito de aquí.
Y se fue sigilosamente echándome una mirada antes de marcharse a otro pupitre que estaba a tres mesas de mí, donde probablemente podría observarle perfectamente.
En mis 16 años de vida no había visto nada igual, una vez pensé que Leonardo DiCaprio era el más guapo del mundo, pero, sin duda este le superaba con creces.
Deposité mis libros encima de la mesa, y al levantar la vista de ellos, me encontré con su mirada, una mirada llena de significado, una mirada nueva, diferente, que era solo para mí. Agaché la cabeza y me metí de lleno en el tema de matemáticas.
No levanté la mirada hasta que la clase de matemáticas finalizó con el pesado sonido del timbre, aún estaba aturdida, no podía ser verdad lo que acababa de ver, en la vida real no pasan estas cosas, y menos a alguien como yo, tan simple, tan normal, todo debería ser un perfecto error. Me vi obligada a caminar también con la cabeza gacha, aunque en mi interior me vi envuelta en una lucha interna por volverle a mirar, lo necesitaba y no me haría daño. Pero en verdad sí lo hizo, al levantar mis ojos del suelo descalzo me encontré con unos ojos demasiado penetrantes y curiosos, tuve que cerrar los ojos y respirar varias veces hasta que el alocado ritmo de mi corazón se tranquilizó.
Pero aún me pedía más, por lo menos contemplarle por última vez, en mi interior se proceso una respuesta rápida e imprecisa, pero ordené inmediatamente a mi cerebro no detenerme ni un segundo hasta llegar a la siguiente clase. Sin embargo, sin aún saber como, mi cuerpo anduvo detrás de él, siguiéndole y además todo lo contrario a sigilosamente. Cuando quise darme cuenta un gran patio se extendía a mi alrededor, pero ¡él ya no estaba!
Me detuve en seco en mitad del solitario patio, intentando asimilar las ideas, hace unos segundos le seguía y, además muy de cerca, entonces ¿Dónde estaba él? Le busque entre los árboles, entre las sombras, pero nada absolutamente nada, ¿dónde podría haberse ido tan rápido?, mientras pensaba la lluvia empezó a correr velozmente por mi cuerpo-lo que me faltaba-y además llegaba tarde a la clase de lengua, que más podía desear.
Me quede allí en medio intentando pensar donde se encontraría exactamente, ya que en la patio como muy bien se podía comprobar no había ni rastro de él, pero haber, ¿Por qué me interesa tanto?, ¡ni siquiera le conozco, menuda estupidez!, debería irme, seguro que él se habría ido al verme detrás suya, lógico, ahora si encajaban las cosas perfectamente. Tonta, tonta, tonta-repetí varias veces para mí antes de darme la vuelta.
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