Hace mucho tiempo en el país de los colores, una pequeña niña al ver que algo se movía en el río, le grito a su mamá:
-¡Mamá corre, hay algo que se mueve en el río!
La mamá se acerco y también pudo verlo.
Ninguna de las dos sabía lo que era, pero estaban tan contentas que querían acercarse más y más.
Se acercaron tanto que podían ver sus ojitos. Pequeñitos y redonditos, unos ojos fríos como el azul del mar.
Tenían tanta curiosidad que siguieron acercándose, más y más.
Se acercaron tanto que podían ver sus patitas. Naranjitas como el sol, pero delgaditas como una lágrima.
Pero seguían con tanta curiosidad que se acercaron más, más, y más.
Se acercaron tanto que vieron su gran pico. Del mismo color que las patitas, pero ahora mucho mas grande.
Estaban tan cerca que podían verle. Y vieron a un patito precioso, pero solo, perdido y, seguramente sin mamá.
La niña al estar tan tan cerca del pequeño patito, se asusto cuando este se acerco a ella, y poso su cuello en las manos de la pequeña niña.
La niña le cogió despacio sin hacerle daño, y le dio un beso en su bello plumaje.
Y dijo algo, que ni siquiera la madre que estaba muy cerca de ella, pudo oír:
-Siempre estaré contigo, siempre.
Y el patito siempre nunca se separo de aquella niña. Todo la gente le conocía, y era famoso en todo el mundo. Por eso hoy existe esta palabra, porque este gran patito nos la trajo a nuestras vidas. Y siempre estará con nosotros.
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